Personas en movimiento: Sobrevivir al viaje más peligroso del mundo

Este artículo forma parte de una serie especial sobre “Personas en movimiento” que pone de manifiesto las violaciones de derechos humanos que sufren las personas migrantes, refugiadas y solicitantes de asilo en todo el mundo. Estos perfiles se publican en torno a la presentación del Informe 2013 de Amnistía Internacional.Cuando, el 31 de julio de 2008, a las cinco de la madrugada, Alberto Donis dejó su hogar en Chiquimula, Guatemala, sabía que se disponía a iniciar uno de los viajes más peligrosos del mundo.Al igual que cientos de miles de personas de Guatemala, El Salvador y Honduras que habían hecho ese mismo viaje, Alberto y tres de sus amigos metieron cuanto podían llevar en una pequeña mochila y emprendieron un largo viaje a través de México rumbo a Estados Unidos, donde confiaban en encontrar trabajo y ayudar a sus familias, allá en su país.Lo que no sabían es que sus problemas empezarían tan pronto.Esa misma noche, cuando cruzaban el estado de Chiapas, en el sur de México, un auto de la policía dio el alto al autobús en el que viajaban.Dos agentes subieron al autobús y se fueron derechos hacia Alberto y sus amigos. Como no tenían documentación, los policías los llevaron a los tres a la parte trasera del autobús y les quitaron todo su dinero.Llovía, y el chófer del autobús los llevó hasta la terminal. Allí, sin dinero ni lugar adonde ir, pasaron la noche.“Estábamos en la incertidumbre, sin saber qué hacer. Nuestro objetivo era llegar a Estados Unidos como fuera. Ese es el objetivo de todo migrante, aun sabiendo del peligro que hay adelante. Me sentía vejado, robado, frustrado por lo que había pasado con la policía, que supuestamente está para brindar protección”, dijo Alberto a Amnistía Internacional.Al día siguiente, alguien les habló de un albergue para “personas en movimiento”.AlbergueResulta difícil pasar por alto el albergue “Hermanos en el camino”, un albergue en Ciudad Ixtepec, en el estado de Oaxaca, sur de México.Este albergue, dirigido por el padre Alejandro Solalinde, está cerca de una de las estaciones de uno de los trenes más famosos del continente. “La Bestia”, como se le conoce, es un tren de mercancías que muchos migrantes utilizan para atravesar el país de camino a Estados Unidos.Cada día, hombres, mujeres, niños y niñas suben a lo alto del tren y recorren largas distancias a través del país, con la esperanza de llegar a la frontera con Estados Unidos.Las organizaciones de derechos humanos, Amnistía Internacional entre ellas, describen el viaje como uno de los más peligrosos del mundo.Cada año, miles de migrantes son secuestrados, golpeados, violados, torturados y obligados a trabajar para las bandas delictivas que acechan a los migrantes que realizan su precario viaje en tren. Muchos son secuestrados para pedir rescate. Los funcionarios a menudo actúan en connivencia con estas bandas.La mayoría de los abusos no se investigan adecuadamente, y los responsables rara vez rinden cuentas de sus actos. Incluso quienes trabajan para ayudar a los migrantes sufren amenazas y abusos.Alberto y sus amigos encontraron en el albergue “Hermanos en el camino” la ayuda y el apoyo que necesitaban.“Yo nunca había estado en un refugio. Cuando llegamos, primero nos dieron comida, y fue un alivio. No habíamos comido en toda la noche y nos fuimos a dormir, sobre cartones en el piso porque no había nada. Ahí esperamos el tren que nos iba a llevar al resto del camino, pero no vino, y el padre Solalinde nos dijo que teníamos que denunciar lo que había pasado, que era importante.”En el albergue, Alberto y sus amigos conocieron a muchos de los migrantes que, como ellos, habían sobrevivido a abusos o habían presenciado el asesinato o el secuestro de sus compañeros de viaje.“Ya sabíamos de la corrupción de parte de la policía y de los peligros, pero no de la magnitud de lo que estamos viendo ahora. Sabíamos que había asaltos y extorsiones de la policía, pero no que había secuestros, muertes y todo tipo de vejaciones”, dijo Alberto.Lo que vio lo conmocionó de tal manera que decidió no marcharse. Desde ese día, es voluntario en el albergue y ayuda a otros que, como él, han sufrido abusos en su camino hacia lo que creían que iba a ser una vida soñada.Ahora ayuda a otros en sus necesidades básicas y los acompaña en su búsqueda de justicia, como el padre Solalinde hizo con él hace cinco años.Y, aunque los abusos de que fue víctima nunca se investigaron, Alberto tiene esperanzas.“Todos los días escucho testimonios de personas que han sufrido como yo y trato de apoyarlos, llevarlos al ministerio público a denunciar. Les hablo de sus derechos. Porque muchos no quieren denunciar, sólo quieren seguir su camino y saben que este es un país muy corrupto y que no se va a hacer nada.”Una labor arriesgadaPero la protección de las personas migrantes puede ser una labor arriesgada en México.Las personas que trabajan en “Hermanos en el camino” y otros albergues han sufrido amenazas y ataques de individuos a los que se cree miembros de bandas delictivas.También se ha amenazado a personas que trabajan en otros albergues de todo México. La situación llegó a tal punto en los últimos meses en el albergue “La 72”, en Tenosique, estado de Tabasco, que se han reforzado las medidas de seguridad del albergue y ahora hay policías apostados permanentemente ante el edificio.El pasado mes de abril, uno de los tres hombres acusados de abusos contra migrantes en la zona estaba ante el albergue, hablando con los policías.Los tres hombres en cuestión habían sido puestos bajo custodia en marzo por cargos de extorsión y amenazas de muerte sobre la base de las denuncias y las declaraciones de testigos presentadas por al menos dos migrantes que habían sido víctimas de abusos.Pese a ello, el 6 de marzo un juez federal ordenó la liberación de los tres hombres alegando falta de pruebas.El 10 de abril, los medios de comunicación informaron de que los tres hombres, ya liberados, habían presentado ante la Procuraduría General de Justicia del estado de Tabasco una denuncia por difamación contra fray Tomás González, director del albergue “La 72” y activista en favor de los derechos de las personas migrantes, y contra Rubén Figueroa, voluntario del albergue. A consecuencia de ello, se ha abierto una investigación criminal contra ambos.“La situación de los migrantes irregulares en México es sumamente precaria”, ha manifestado Rupert Knox, investigador de Amnistía Internacional sobre México. “No sólo se enfrentan a amenazas, secuestros, malos tratos e incluso la muerte en su viaje a Estados Unidos, sino que, además, quienes los ayudan y protegen también corren peligro”.“Las autoridades mexicanas deben invertir urgentemente más tiempo y recursos para aplicar políticas a este respecto.”