Azerbaiyán: “No existe una censura oficial, pero todo el que haga verdadero periodismo está en peligro.”

El viaje desde la celda de una prisión de Azerbaiyán hasta la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de Londres quizá no sea la ruta más convencional para un estudiante.

Pero sí significa que el interés de Emin Milli por la libertad de expresión y el uso de las plataformas digitales para denunciar y eludir las restricciones del Estado es algo muy personal.

Este activista está escribiendo ahora una tesina sobre los nuevos medios de comunicación y las revoluciones árabes.

Pero fue su propia campaña en Azerbaiyán —por medios de blogs, Facebook y Twitter— para revelar los abusos y la represión del gobierno lo que le costó una estancia de 16 meses en prisión en 2009. 

Hace tres años, junto con su compañero activista y bloguero Adnan Hajizade, Milli fue agredido por dos desconocidos en un restaurante. 

Denunciaron la agresión a la policía, pero fueron detenidos por vandalismo. La agresión se produjo justo una semana después de que ambos activistas hubieran publicado un vídeo satírico en YouTube en el que un hombre vestido de burro ofrecía una conferencia de prensa. 

A Milli le gusta usar el humor en sus críticas al gobierno, pero sin duda las autoridades no le vieron la gracia. Sin embargo, los blogueros no fueron acusados formalmente por lo que habían escrito, sino por cometer un delito fabricado.

“El presidente de Azerbaiyán intenta vender el país como una versión tolerable del autoritarismo —explica Milli—. No tenemos matanzas de miles de personas en la calle. Tenemos ataques selectivos contra personas que representan todas las clases sociales y diferentes profesiones. No encarcelan a todos los blogueros. Eligen a dos o tres que —en su opinión— van demasiado lejos.”

El hecho de que esto ocurra dentro de un Estado miembro del Consejo de Europa hace que sea peor, piensa Milli.

Ofrece el ejemplo de Eynulla Fatullayev, periodista encarcelado porque sus opiniones sobre Nagorno Karabaj encolerizaron al gobierno. Amnistía Internacional lanzó una campaña mundial por la libertad de Eynulla, y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos declaró que los cargos formulados contra él violaban su derecho a la libertad de expresión y ordenó su libertad inmediata. 

Entonces Azerbaiyán “descubrió” que tenía drogas en la cárcel y presentó contra él cargos fabricados relacionados con las drogas antes de anular los cargos originales para cumplir la sentencia del Tribunal Europeo. Fatullayev está actualmente en libertad, tras una campaña mundial en la que se hizo un amplio uso de Twitter y Facebook. Tras cuatro años y medio de encarcelamiento injusto fue incluso indemnizado con 28.000 euros.

Pero Milli cree que una indemnización material nunca puede compensar el tiempo perdido en una celda.

“Mi padre murió cuando yo estaba en la cárcel. Me pusieron en libertad al día siguiente de que muriera, pero le enterraron sin mí. Nada puede compensarme de eso. Era muy importante para mí. Es ridículo que el Consejo de Europa permita que los dictadores estén en sus dachas riéndose de estas cosas.”

“Hay muchos periodistas valientes ahí, pero el mundo no sabe nada de ellos. [Los nuevos medios] son muy importantes para Azerbaiyán. Mi respuesta es escribir sobre estas personas e informar a otros medios de comunicación sobre los hechos escandalosos.”

“Los blogueros y tuiteros tienen más difusión que los periodistas tradicionales. La penetración de Internet en Azerbaiyán es más del 50 por ciento. Y el uso de Facebook está aumentando. La gente usa Internet para conocer la verdad.”

Pero en algunos aspectos, los nuevos medios no son diferentes de los tradicionales.

“Depende del tipo de periodista que seas. Denunciar la injusticia es peligroso. Si escribes sobre cuestiones de verdad irán contra ti. [En Azerbaiyán] el gobierno garantiza que se respetarán los derechos de los periodistas: no existe una censura oficial. Pero cualquiera que haga verdadero periodismo corre peligro. Las palabras son peligrosas.” 

Milli ilustra esa observación señalando que uno de los periodistas más famosos de Azerbaiyán, Idrak Abbasov, que en marzo recibió en Londres el premio que concede la organización Index on Censorship al periodismo de investigación, está ahora en el hospital tras haber sufrido una agresión brutal de la policía y funcionarios de la empresa petrolera estatal, SOCAR, cuando intentaba filmar derribos ilegales de casas.

Milli vuelve a Azerbaiyán en septiembre para continuar su lucha por la libertad de expresión.

“Las cosas absurdas de la vida cotidiana de Azerbaiyán me inspiraron para empezar a escribir sobre ellas. La gente que las lea en el futuro no se lo podrá creer. Pensarán que son fantasías.”

A finales de mayo se celebrará en Bakú el Festival de la Canción de Eurovisión, y algunos activistas han pedido el boicot. Milli discrepa de esa estrategia. Señala la ironía de que un músico —Jamal Ali— denunciara haber sido torturado en el departamento de policía hace apenas dos semanas (en marzo). Había sido detenido por “vandalismo menor”, por insultar a la difunta madre del presidente. 

Milli quiere que quienes visiten Bakú para asistir al Festival de Eurovisión “aprovechen la ocasión para ver la realidad de Azerbaiyán”.