“No dejemos que quienes matan nos conviertan en asesinos”

El hijo de una víctima estadounidense de asesinato reflexiona sobre la lucha por erradicar la pena de muerte.

Un cálido atardecer de 1988, Robert Cushing y su esposa Marie estaban en su casa viendo un partido de baloncesto por televisión cuando les interrumpió una llamada a la puerta.Cuando el maestro de escuela jubilado de Nuevo Hampshire acudió abrir la puerta de la casa en la que él y Marie habían criado a sus siete hijos, sonaron dos disparos, que le desgarraron el pecho.Murió instantáneamente, delante de su esposa.Esa misma noche, un policía comunicó la noticia del asesinato de su padre a Renny Cushing, entonces de 34 años, que había visitado a sus padres menos de una hora antes del crimen.“Para mí, en aquel momento, el pensar en qué harías después de un asesinato dejó de ser un ejercicio intelectual para convertirse en parte de mi vida”, dice Renny Cushing, hablando con Amnistía Internacional desde la casa en la que su padre fue asesinado. Renny vive allí con su esposa y sus tres hijas.Para algunas personas, la reacción instintiva tras perder a un ser querido víctima de asesinato es desear la ejecución de los asesinos.Sin embargo, desde la muerte de su padre, Renny Cushing se ha convertido en una voz destacada contra la pena de muerte, y viaja por todo Estados Unidos y Asia hablando con víctimas y en nombre de víctimas que se oponen a la pena capital.“Que frían a esos hijos de perra”Robert McLaughlin, el hombre que mató al padre de Renny Cushing, no era un extraño que eligió a su víctima al azar. Era un vecino, y un policía fuera de servicio. Más de una década antes del homicidio, había agredido a una anciana mientras estaba de servicio, y la familia Cushing había instado a las autoridades locales a investigar lo sucedido. Pero no se había hecho nada.El 1 de junio de 1988, al parecer con la intención de cometer el asesinato, Robert McLaughlin sacó una pistola del almacén de pruebas de la policía y, junto con su esposa, llamó a la puerta de los Cushing.Un par de días después de que los McLaughlin fueran detenidos, Renny Cushing se encontró con un viejo amigo de la familia en la tienda de comestibles local.“Me dijo: ‘Espero que frían a esos hijos de perra, para que tú y tu madre tengáis algo de paz’.”“No supe qué contestarle. Es un hombre que me conocía de toda la vida; sabía que, antes del asesinato de mi padre, me oponía a la pena de muerte. Supuso que el hecho de que mi padre hubiera sido asesinado me haría cambiar de opinión sobre la pena capital.”“Al pensarlo, me di cuenta de que, si cambiaba de opinión sobre la pena de muerte, eso sólo agravaría el crimen. No sólo me habría sido arrebatada la vida de mi padre, sino también mis valores. No quería que sucediera, y creo que eso se aplica tanto a la sociedad como a los individuos. Si dejamos que quienes matan nos conviertan en asesinos, el mal triunfa, y todos perdemos”, dijo a Amnistía Internacional.Reparación para las víctimasRobert y Susan McLaughlin fueron declarados culpables del asesinato de Robert Cushing y cumplen cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional.“Mientras me sienta seguro porque los asesinos ya no están en la sociedad, me basta”, dice Renny Cushing.“Pero no me regocijo de que estén en prisión. Básicamente, lo que he hecho es dejarlo estar. Ya he dedicado suficiente parte de mi vida a las personas que quitaron la vida a mi padre. No quiero que se convierta en una obsesión.”“Si te obsesionas, aquello se vuelve a apoderar de todo, no sólo de tu vida. He visto demasiadas veces a víctimas que mantienen tal fijación con la manera en que murió su ser querido, que terminan por olvidar cómo vivió. Es una tragedia que agrava el dolor.”En 2004, Renny Cushing fundó Familias de Víctimas de Asesinato por los Derechos Humanos (Murder Victims Families for Human Rights), una organización que trata de servir de puente entre los grupos que trabajan por la abolición de la pena de muerte y el movimiento de defensa de los derechos de las víctimas.Como director ejecutivo de esta organización, a menudo se reúne con familias de víctimas de asesinato que apoyan la pena de muerte. Pero no cree que reprenderlas para convencerlas de que se hagan abolicionistas sea el enfoque adecuado.“Puedo comprender a otros familiares de víctimas que apoyen la pena de muerte, y nunca les diré lo que tienen que hacer. Trabajo en el movimiento por la abolición de la pena de muerte, y a menudo sé que tengo mucho más en común con el familiar de una víctima de asesinato que apoya la pena capital que con todos mis colegas del movimiento, que no saben lo que es enterrar a un familiar que ha sido asesinado.”En su opinión, un enfoque mucho más útil es el de brindar apoyo y asesoramiento a las familias de víctimas de asesinato.Cita el caso de Bob Curley, ex partidario de la pena capital cuyo hijo de 10 años fue violado y asesinado en Massachusetts en 1997. Bob Curley encabezó una campaña para reinstaurar la pena de muerte en el estado, pero desde entonces ha cambiado de postura. Ha hablado públicamente de cómo sus charlas con miembros de Familias de Víctimas de Asesinato por los Derechos Humanos le han abierto los ojos a respuestas más constructivas.Un proceso permanenteRenny Cushing, miembro de la Cámara de Representantes de Nuevo Hampshire durante tres mandatos, promovió legislación para abolir la pena de muerte en el estado en 1998.Este estado estadounidense aún mantiene la pena de muerte, pero no se ha ejecutado a nadie desde 1939. La Cámara y el Senado aprobaron en el año 2000 un proyecto de ley para la abolición de la pena capital, pero la entonces gobernadora, Jeanne Shaheen, lo vetó. En junio de 2011, el gobernador John Lynch firmó la entrada en vigor de un proyecto de ley que ampliaba la pena de muerte en Nuevo Hampshire.No obstante, las encuestas indican que el apoyo de la opinión pública a la pena de muerte está disminuyendo en Estados Unidos, mientras aumentan las preferencias de otros castigos para el asesinato.“Unas 140 personas han sido declaradas culpables erróneamente de un delito y condenadas a muerte [desde 1973]. Eso ha hecho cambiar el debate y ha dado a la gente motivo para detenerse a mirar la pena de muerte desde otra perspectiva”, ha manifestado Renny Cushing.“Los parlamentarios y los legisladores dan por sentado que todas las familias de las víctimas de asesinato quieren la pena de muerte, y que tienen que dar a la gente una ejecución como solución al dolor de las víctimas.”“Pero a ese enfoque le falta la noción de que la recuperación del trauma de un homicidio no se produce en un momento concreto: es un proceso permanente, que afecta a las siguientes generaciones.”