El 17 de agosto se ordenó la libertad de Carlos, de cuatro años, y Michael, de 16, así como la de sus respectivas madres, Lorena y Maribel (todos los nombres se han alterado para proteger su identidad), poniendo fin a su reclusión durante casi 700 días en el Centro Residencial del Condado de Berks, Pensilvania, por mandato de un juez de inmigración. Su puesta en libertad se produce tras la liberación, los días 7 y 14 de agosto, de otros dos niños de corta edad y sus madres, que han estado recluidos en Berks más de 22 meses.